Mi madre tuvo que empezar a trabajar a los dieciséis años porque su padre abandonó a su familia y su hermano sólo tenía catorce. Mi abuela no quiso salir a buscar trabajo, porque sólo sabía limpiar y cocinar como su mamá le enseñó, y como su abuela le enseñó a su mamá; como siempre ha sido en la historia de las mujeres.

Mi madre tuvo que dejar el instituto, así que no pudo estudiar biología, que siempre fue su sueño. Mi abuela la ayudó a encontrar trabajo como secretaria en un bufete de abogados. Con lo que ganaba en el trabajo, mi familia podía mantenerse, pero lo más importante era que el hermano de mi madre podía seguir estudiando, porque iba camino de ir a una universidad privada. Mi abuela le rogó a mi madre que siguiera trabajando hasta que mi hermano se graduara. Pero mi hermano no lo hizo; dejó la universidad y se marchó lejos, dejando de lado los años de trabajo que pasó mi hermana.

Mi madre trabajó durante gran parte de su vida, hasta que, con más de cuarenta años, consiguió terminar el bachillerato y estudiar la carrera con la que siempre había soñado.