Antes del examen de matemáticas, en el pasillo de la escuela, me enteré de lo que le había sucedido a Lola, una de mis compañeras: Al salir de la clase de regularización, ya en la tardecita, se subió a un taxi. Ella apareció en otra colonia al día siguiente. Y lo bueno es que apareció… Cuando la vi y platicamos, me dijo que el taxista la miró de arriba abajo, porque traía unos pantalones pegaditos, y que luego de que abusó de ella, el idiota le dijo que era su culpa por usar ese pantalón que la hacía ver tan buenota.

El 8 de marzo, y a pesar del horrible sentimiento de impotencia, tristeza y miedo, fuimos juntas a la marcha feminista y cantamos muy fuerte, con los ojos vendados, junto a cientos de mujeres con el puño en alto: “El estado opresor es un macho violador. Y la culpa no era mía, ni dónde estaba ni cómo vestía, el violador eres tú. El violador eres tú.”